lunes, 30 de abril de 2012

Capítulo 17. Su nombre.

- Acabo de llamar a la policía, no tardarán en venir - me dijo él, saliendo de una de las puertas que tenía la caseta, con una taza humeante en la mano -.
- ¿Cómo sabías que yo estaba ahí, y que me estaban haciendo...
- Bebe esto - me interrumpió - es tila. Te oí llamando a Jose.
- Gracias.

No dije nada más, estaba demasiado afectada como para tener una conversación normal, sabía que aquello me marcaría de por vida. No le desearía vivir aquella experiencia a nadie. En el fondo, después de tener tanto miedo en el cuerpo, me sentía afortunada de que él hubiese venido a rescatarme. Cada día, en los telediarios, se ve, como violan a mujeres y a niñas. Sí, definitivamente, yo había tenido suerte. Eso me hacía, sentirme mejor dentro de lo que cabe.

- Creía que te habías ido.

Antes de que le diese tiempo a responder, llamaron a la puerta. Era la policía. Se nos presentaron, me hicieron asomarme por la ventana para confirmar que el hombre que estaba detenido era el agresor. Así era, esa cara no se me olvidaría en la vida. Él, le explicó, que su trabajo también le obliga ha saber técnicas de defensa, ya que, en algunos turnos, hace más de vigilante del terreno porque no suele ir a bañarse gente por la noche a esa playa, que está bastante escondida. Y que, el golpe que le dio, fue solo para dejarle inconsciente, que no le hizo daño. Y yo, después de explicarles qué hacía allí, y como él se acercó... No tuve la fuerza suficiente como para seguir, como para describirle como me arrancó el vestido, como me besaba... Y rompí a llorar, pidiendo por favor que me dejasen callar.

- Señor agente - dijo él - mire como está, creo que será mejor que se reunan mañana, cuando ella esté más calmada.
- Lo siento - contestó - el protocolo nos obliga a hacerlo en el mismo instante.
- Ya le he contado como los encontré, no fue más allá, creo que no hay mucho más.

El policía se quedó mirando pensativo a su compañero, y, después de pedirme los datos de mis padres para informarlos, se fueron.

Él me trajo otra tila, y yo, conseguí tranquilizarme.

- Gracias de nuevo.
- Clara, no me las des, es mi trabajo y aparte... No sé explicarte.
- ¿Te acuerdas de mi nombre? - dije con una sonrisa débil - Yo no sé el tuyo.
- ¿Cómo que no? Me llamo Alejandro - dijo sonriéndome aún más.

Y aquél nombre, que de toda la vida, me había parecido el más aburrido del mundo, de repente, se convirtió en mi cabeza el más bonito de todo, él más dulce, el más elegante. Por fin había pasado de ser ''el'', a llamarse Alejandro. Cuando me lo dijo, sonriendo, me miró, me miró como nunca. Pero mi mente se bloqueó, pensando en lo que acababa de vivir con aquel desgraciado. Y mi semblante se volvió serio.

Mis madre no tardó ni 5 minutos en llegar a por mí, y mi padre no mucho más en llamarme para preguntarme. Los dos, ella en persona, y él por teléfono, le dieron las gracias a Alejandro por haberme evitado lo que se sabía que iba a suceder. Me fui. En el coche, no me podía quitar aquella imagen, de ese sucio hombre, mirándome ansioso, las lágrimas bañaban mi cara. Al llegar a casa, y meterme en la cama, me vino a la cabeza otra vez, Alejandro. Y me sobresalté. ¡No me ha dicho que hacía ahí! ¿Estaría sustituyendo a alguien? ¿Lo volvería a ver?

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