lunes, 30 de abril de 2012

Capítulo 17. Su nombre.

- Acabo de llamar a la policía, no tardarán en venir - me dijo él, saliendo de una de las puertas que tenía la caseta, con una taza humeante en la mano -.
- ¿Cómo sabías que yo estaba ahí, y que me estaban haciendo...
- Bebe esto - me interrumpió - es tila. Te oí llamando a Jose.
- Gracias.

No dije nada más, estaba demasiado afectada como para tener una conversación normal, sabía que aquello me marcaría de por vida. No le desearía vivir aquella experiencia a nadie. En el fondo, después de tener tanto miedo en el cuerpo, me sentía afortunada de que él hubiese venido a rescatarme. Cada día, en los telediarios, se ve, como violan a mujeres y a niñas. Sí, definitivamente, yo había tenido suerte. Eso me hacía, sentirme mejor dentro de lo que cabe.

- Creía que te habías ido.

Antes de que le diese tiempo a responder, llamaron a la puerta. Era la policía. Se nos presentaron, me hicieron asomarme por la ventana para confirmar que el hombre que estaba detenido era el agresor. Así era, esa cara no se me olvidaría en la vida. Él, le explicó, que su trabajo también le obliga ha saber técnicas de defensa, ya que, en algunos turnos, hace más de vigilante del terreno porque no suele ir a bañarse gente por la noche a esa playa, que está bastante escondida. Y que, el golpe que le dio, fue solo para dejarle inconsciente, que no le hizo daño. Y yo, después de explicarles qué hacía allí, y como él se acercó... No tuve la fuerza suficiente como para seguir, como para describirle como me arrancó el vestido, como me besaba... Y rompí a llorar, pidiendo por favor que me dejasen callar.

- Señor agente - dijo él - mire como está, creo que será mejor que se reunan mañana, cuando ella esté más calmada.
- Lo siento - contestó - el protocolo nos obliga a hacerlo en el mismo instante.
- Ya le he contado como los encontré, no fue más allá, creo que no hay mucho más.

El policía se quedó mirando pensativo a su compañero, y, después de pedirme los datos de mis padres para informarlos, se fueron.

Él me trajo otra tila, y yo, conseguí tranquilizarme.

- Gracias de nuevo.
- Clara, no me las des, es mi trabajo y aparte... No sé explicarte.
- ¿Te acuerdas de mi nombre? - dije con una sonrisa débil - Yo no sé el tuyo.
- ¿Cómo que no? Me llamo Alejandro - dijo sonriéndome aún más.

Y aquél nombre, que de toda la vida, me había parecido el más aburrido del mundo, de repente, se convirtió en mi cabeza el más bonito de todo, él más dulce, el más elegante. Por fin había pasado de ser ''el'', a llamarse Alejandro. Cuando me lo dijo, sonriendo, me miró, me miró como nunca. Pero mi mente se bloqueó, pensando en lo que acababa de vivir con aquel desgraciado. Y mi semblante se volvió serio.

Mis madre no tardó ni 5 minutos en llegar a por mí, y mi padre no mucho más en llamarme para preguntarme. Los dos, ella en persona, y él por teléfono, le dieron las gracias a Alejandro por haberme evitado lo que se sabía que iba a suceder. Me fui. En el coche, no me podía quitar aquella imagen, de ese sucio hombre, mirándome ansioso, las lágrimas bañaban mi cara. Al llegar a casa, y meterme en la cama, me vino a la cabeza otra vez, Alejandro. Y me sobresalté. ¡No me ha dicho que hacía ahí! ¿Estaría sustituyendo a alguien? ¿Lo volvería a ver?

Capítulo 16. Miedo.

Me despierto a la mañana siguiente, con las palabras de Jenni en mi mente. Y, aunque me cueste reconocerlo, con sentimiento de culpa, quizás hubiese sido mejor hablarlo, sí, pero esta vez más seriamente, de verdad, que viese en mis ojos el dolor. Decido llamarla por teléfono, ya que no me atrevo mirarla a la cara. Lo que me empuja a hacerlo son los recuerdos que tengo con ella desde pequeña, las sonrisas, sus buenos consejos, y que, ni un chico, ni dos, ni tres, ni todos los del mundo, pueden hacer que dos amigas se distancien, y muchísimo menos, lo que yo le hice. Me siento avergonzada, y mucho. Marco su móvil.


- ¿Si? - me responde -.
- Jenni, soy Clara.
- Lo sé, dime.
- No sé como decirte esto. No me interrumpas ¿vale?
- De acuerdo - hablaba en un tono secante, no enfadado, pero serio -.
- Lo de ayer... No sé por qué coño te lo hice, estaba cegada por la rabia, de que siempre tú... Bueno ya sabes, ya hemos hablado de esto. Y quería decirte que, me arrepiento muchísimo, he estado pensando, y mi madre lleva razón, tal vez, con hablarlo, me hubiese quedado tranquila, y que... perdón.
- Clara, tu sabes como soy con los chicos de... No tengo descripción, y si es verdad que siempre te los he quitado a todos, pero también es verdad que no puedo perdonarte, porque no tienes porqué pedirme perdón. Sé que me lo busqué yo sola.
- Gracias de verdad, te quiero mucho.
- Y yo, por cierto ¿Se lo has contado a tu madre?¿Lo del vigilante?
- Si - digo riendo - pero disfrazando la verdad, le he dicho que lo conocimos en un parque y que tendrá unos dieciséis años.
- ¡No jodas! 


Y así nos pasamos la tarde, riendo, como si nada hubiese pasado. Pero en el fondo, un eco de dolor invadía mi ser. Algo que me imploraba culpabilidad por haberle contestado así a él. Al sin nombre. Al motivo por el que le partí el brazo a Jenni. 


Mucho más tarde, cuando la luna empezaba a salir, dejando atrás el sol, me dio un deseo repentino de salir, de playa. De Playa Azul. No sé que ponerme, hace calor, es plena primavera. Me pongo mi bikini blanco, y el vestido playero, sí, el del sueño, y sonrío con aquel pensamiento. Fue tan real... Voy distraída la media hora de camino escuchando música de mi mp3. Llego. Hace demasiado oleaje, la marea está alta. Me siento en la arena, bastante retirada de la caseta de los vigilantes, por si acaso está Jose, no quiero que me moleste nadie. Abro mi libro, y empiezo a leer '' A tres metros sobre el cielo '' de Moccia. 


Se acerca alguien, y se sienta a mi lado, le miro, no le conozco. Me incomoda el echo de que un desconocido me esté mirando así. Decido levantarme e irme, la situación no me está gustando nada, siento miedo.

- Has elegido un buen sitio para leer, aquí detrás de las rocas, escondida - me dice el desconocido levantándose y caminando detrás de mí.
- Si, pero se ha echo de noche, la luz de la luna, por muy bonita que sea, no permite seguir - digo sin darme la vuelta, y andando aún más deprisa.
- Para - me dice cogiéndome por detrás - eres preciosa - dice mirándome a la cara.
- Suéltame.
- ¡Uy! La gatita saca su genio.


En ese momento, intenté escapar de sus brazos y salir corriendo. Lo hice, pero me alcanzó. ¡Jose! ¡Ayuda! Grité antes de que me tapase la boca. Mientras me cogía con fuerza la boca, me arrancó el vestido rompiéndolo, y lo usó de mordaza. En ese momento comprendí que esto ya no era broma, como lo fue en su día con Jose, y, ese vestido blanco, que tan buenos recuerdos me traía, se convirtió en mi pesadilla, en mi enemigo, en el objeto que hacía que yo no pudiese salvarme. Me apoyó contra el tronco de una palmera. Empezó a besuquear me, mientras, el miedo que sentía, el terror, solo me dejaba hacer una cosa: llorar.


Estaba con los ojos cerrados, no quería ver lo que ese desgraciado iba a hacer de mí. En ese momento escuché un golpe fuerte. Y lo vi a él, a mi héroe, al vigilante que tanto me gustaba, con algo en la mano, con un palo ancho de madera en sus manos, y miando al suelo, donde estaba tirado el hijo de puta que iba a hacerme eso. Se acercó rápidamente a mi, me quitó el vestido de la boca, y lo usó como sábana para cubrir mi cuerpo semi desnudo. En ese momento, me derrumbé aún más, no paraba de llorar mientras él, me ayudaba a caminar, nos dirigíamos a la caseta. No sé exactamente por lo que lloraba, fue un cúmulo de cosas. El miedo que había pasado hace unos minutos, la impotencia de no poder avisar a nadie, el asco que me daba, la alegría que sentí al ver al socorrista, una alegría mezclada, más por el echo de salvarme que por haberlo visto, y luego, porque sí, porque no entendía, qué hacía él aquí, se suponía que se había ido.



Capítulo 15. Las no disculpas.

- Clara, mírame a la cara - me dice mi madre mirándome fijamente -.
- ¿Qué? - le digo girándome hacia ella -.
- ¿Qué es eso tan grave que me tiene que contar el director?
- Espera a que venga y te lo cuente él - digo con aires de superioridad -.
- Joder Clara, me he tenido que salir corriendo del trabajo, ¿qué coño ha pasado? No creo que sea porque has suspendido algún examen.
- Ya sabes que siempre me quedan todas.
- Por eso, a ver si es que se han equivocado.
- ¿Señora Requejo? - dice el director al entrar extendiéndole la mano a mi madre -.
- Sí.
- ¿Le ha contado ya su hija por qué la hemos llamado?
- No, sinceramente, creo que se han equivocado.
- ¡Oh no! Creame, no es ninguna confusión. Su hija, a primera hora, justo antes de entrar a clase, se ha peleado con...
- Le he pegado - interrumpo - ella no me ha tocado ni un pelo.
- Bueno sí, le ha pegado a Jennifer, y se la ha llevado la ambulancia, por un fuerte dolor en el brazo.
- ¡Dios mio! ¡Clara! ¿Qué ha pasado?
- Te lo acaba de contar el director mamá, no seas pesada.
- Como ve, está en un estado de chulería impertinente. Hemos visto adecuado expulsarla una semana del centro.
- Pero...
- Señora, no hay más que hablar, está decidido. Si bien es cierto que su hija no es una brillante alumna pero, nunca nos ha dado problemas, nos hemos quedado sorprendidos.

En el camino a casa, mi madre me va advirtiendo de que en casa, me sucederá algo horrible. Va casi llorando, diciéndome no se qué, pero no le presto atención, no sale de mi cabeza, la imagen de la cara de Jenni cuando le partía el brazo. Llegamos a casa, cierra la puerta de la calle, y se pone enfurecida, a gritarme como una loca, diciéndome que en qué coño pensaba, que yo no soy así, y yo, sin ni si quiera mirarla, me meto en mi habitación. Lloro. Pero no por Jenni, si no por haberle echo pasar a mi madre tal decepción, ella no se lo merece, pero espero que cuando, las cosas estén más calmadas, pueda hablar con ella y explicárselo todo. Me llama cuando la comida está lista, pero yo no bajo, me paso la tarde tumbada en la cama, mirando al techo, pensando. No me arrepiento, y eso en parte me asusta. De repente mi madre llama a mi puerta '' Clara, sal por favor, han venido Jennifer y su madre, vamos ha hablar''. En un principio decido no salir, pero no es el momento de ser cobardes, y decido afrontar mi problema, mis consecuencias.

Desde el pasillo puedo ver que la puerta de la cocina está abierta. Allí están, mi madre y la suya de pié, la mía avergonzada disculpándose, y Jenni, sentada en uno de los taburetes, con el brazo escayolado.

- Clara, hija, menos más que has bajado, la madre de Jennifer quiere hablar contigo.
- ¿En qué estabas pensando? ¿Por qué le has hecho esto a mi hija? ¿No se supone que sois amigas?
- Maria José - digo - lo siento por usted.
- Exigo unas disculpas.
- A usted, por hacerla pasar mal rato, pero a su hija, jamás.
- ¡Clara! - me grita mi madre - Pídele per...
- No - se pronuncia Jenni - no quiero que me pida perdón, ha sido justo, me lo he buscado yo sola.

La madre de Jenni se queda petrificada, no dice nada, la coge del brazo bueno y salen por la puerta sin decir nada. Yo me quedo a solas con mi madre, y se lo cuento todo, le cuento que fue la gota que colmó el vaso, ella intenta comprenderme, aunque me dice que mejor hubiera sido hablarlo con ella. Pero ya llevaba 5 años intentando hablar, ya no podía más.

Capítulo 14. Ira.

A la mañana siguiente, mientras me preparaba para ir al instituto, empecé a pensar en Jenni, en el pacto, en como me miraba de vez en cuando aquella vez en la caseta cuando ella hablaba con él, en como me sonreía. En sus palabras de ayer por la tarde, eran dañinas hacia mí, vale sí, yo me había pasado un poco al no avisarla de que él estaba allí, pero, ¿ella lo hubiese hecho? Claro que no, no me hubiera dicho nada. Y mi mente empieza a volar años atrás, cuando yo llevaba piyadísima por el chico de 6º de primaria 3 cursos por lo menos, y ella que iba de buena amiga, hasta que, en el recreo, buscándola, me los encontré en un rincón del patio, dándose un beso, ella me vio y sonrió. Sí, es mala, a más no poder. Y yo, la primera vez que la vi así, y la perdoné, aunque aquello me matase, me doliese aquella traición mas que mil cuchillos apuñalándome por la espalda. Y luego llegó la segunda vez que lo hizo, y yo, no podía creer que ella fuese así. Y la tercera, y la cuarta, hasta que un día te acostumbras, y tu cuerpo, mente, y corazón se crea un escudo, un arma de doble filo contra ella, que hace que no te ''enamores'' de nadie más, que no te guste ningún otro chico, para no darle el gusto a ella de sentirse superior a mí. Me quedan pocos meses para cumplir los dieciséis, y solo he tenido un beso de amor, que tampoco fue amor, fue algo de lo que ella me convenció, y ahora me arrepiento, por lo mismo, porque me pillé por ese niño bastante, y ella no tardó ni tres días en comerse la boca con él y echárselo de novio.

Salgo a la calle, y decido esta vez no llamarla para ir juntas al instituto. Por el camino, voy recordando mis pensamientos de antes, y un remolino de rabia me invade, pese a que las temperaturas son bajísimas, empiezo a sentir calor, noto como me arden los ojos, voy con el paso firme, y decido darle un escarmiento, algo que nunca he echo, algo para lo que no sirvo, pero que esta vez, no hay nadie que me eche para atrás, lo aré, y con ese último pensamiento, alzo la cabeza, y sonrío.

Entro. Me reciben las chicas como siempre, con dos besos. Belén, Lorena y Lucía, empiezan a contarme sus cosas, pero yo no estoy mentalmente con ellas, no las escucho, oigo sus voces lejanas, solo tengo en mi mente una cosa, a ella. El odio me sube cada vez mas y más a la cabeza, siento que voy a explotar si no lo hago ya. Jenni aún no ha llegado, supongo que estará esperándome. Idiota. Suena el primer timbre, nos vamos a la puerta de clase y ella todavía no aparece. La profesora llega, abre la puerta, y empiezan a entrar todos, yo quiero ser la última. Y por fin, escucho unas pisadas aceleradas a lo lejos, me doy la vuelta, y la veo, corriendo con la mochila colgada sobre un hombro y la carpeta en el brazo.

-¡Clara llego tarde por tu culpa! ¿Por qué coño no me has llamado? Te he estado esperando.

Me dice mientras se acerca, pero mi alma no puede más, y sale corriendo en su busca. Agarro su mochila con fuerza y la empujo hacia el suelo. Ella me mira con rabia y con confusión a la vez. Le quito bruscamente la carpeta y empiezo a golpearla, la cabeza, el pecho, las espaldas. La dejo que se levante, quiero que me conteste. Los chicos del instituto no han tardado en hacer corrillo a nuestro alrededor, y como de costumbre, en las peleas, consiguen hacer una barrera con ellos mismos para que los profesores tarden más en separarnos. Jenni se levanta, enfurecida, y cuando hace aban de levantarme la mano, se la cojo, y me vuelvo loca, le bajo el brazo y subo mi rodilla rápidamente y con fuerza. Ella grita y rabia de dolor, creo que le acabo de partir el brazo, se tira al suelo desconsolada. Yo no paro de oír voces de todo tipo, gente que me anima, profesores que gritan llamando a otros para que intenten separarnos, pero no sé que me pasa, y me abalanzo de nuevo contra ella tirándole del pelo. En ese momento, veo como Belén logra acercarse, y me mira, negando con la cabeza. Ella me hace reaccionar, sus ojos me dicen que la he fallado, que qué hago, y paro. En ese momento, dos profesores y la directora me cogen y me levantan. Jenni se queda en el suelo, llorando, gritando, odiándome con la mirada. La chica invisible del insti, acaba de terminar con las popular.

Capítulo 13. Comprendida.

- Claro que eres gilipollas - escucho a Jenni por detrás -.
- ¿Por?
- Lo has visto, y no me has avisado, si lo hubiera hecho yo así, sería una guarra.
- Venga Jenni, no digas eso - intenta calmar el ambiente Belén -.
- Déjala, ella es así, dice las cosas sin pensar.
- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué te has enfadado con él?
- Jenni...
- Clara, dímelo.
- Jenni, ¿eres idiota?
- ¿Te ha preguntado por mi y te han entrado celos?
- Jenni, olvidalo ¿vale?
- No Belén, déjala, esta sacando la zorra que lleva dentro.

Jenni se me lanza, pero enseguida llega su novio a separamos. Ella se va con él, con aire de superioridad. Y yo, me quedo con Belén, ella sí sabe tranquilizarme, ella si es una buena amiga. De camino a casa, cuando ya estoy más calmada, me dice algo que me hace ver que alguien me entiende por primera vez.

- Jenni, te creo.
- ¿Qué dices Belén? ¿Qué es lo que crees?
- Lo que dices, bueno, lo dejaste de decir hace un año. Que tiene algo que...
- No me digas que tu también te estás pillando por él - bromeo -.
- Idiota claro que no, me refiero a cuando el te mira, es diferente a cuando me miraba a mí, no sé creo que hay algo.
- ¡Cáyate! - digo riendo - ese algo, si es verdad lo que has dicho, ya no está, la he cagado.

Y por la noche, en mi cama, un oleaje de sentimientos me imbade el sueño. Felicidad, por haber escuchado aquellas palabras de Belén, la primera vez que alguien me entendía, pero a la vez, no lograba comprender porqué no había sabido actuar bien, reaccionar de otra manera, definitivamente, era difícil que lo volviese a ver. Es curioso, como cuando se estaba acercando a mí, no lo reconocía, quizás porque no iba vestido de ojo y blanco, o mejor dicho, quizás porque estaba vestido.

Aquella noche me costó mucho dormir, pensando en su aroma, en su mirada, en aquellos ojos chispeantes de sentimientos, de algo profundo...

Capítulo 12. Otro fin más.

- ¿No te acuerdas de mí?

Me doy vuelta y no me lo puedo creer, es él, el socorrista, el vigilante, ese hombre al que llevo más de un año sin ver, del que ya creía tener olvidado, pero no. Ahora que lo tengo enfrente me doy cuenta que no, y mi cabeza, intenta negarlo, razonar, hacerme creer lo que ya creía que sabía, que fue una tontería, pero mi alma, mi corazón, me dice que no, que esos ojos algo tienen, algo que me pertenece. Y todo esto se me pasa por la cabeza nada más verlo, en milésimas de segundo, y entiendo que esta vez no está Jenni, y que la que tiene que hablar soy yo.

- ¡Claro que si! ¿Como estás?
- Muy bien, aquí que he terminado de echar un partido.
- Me alegro de que estés bien - estaba radiante de felicidad, y no podía ocultar mi sonrisa de tonta -.
- Te veo feliz.
- Sí, parece que hoy es mi día.
- Por cierto, ¿y Jenni?
- No ha venido, se ha quedado con su novio en casa - mentí -.
- ¿Y tú? ¿No tienes novio?
- No tengo por qué contestarte.
- Sin embargo si me das información de tu amiga.
- Mira, no quiero ser borde pero, vete un poquito a la mierda.

Y me di la vuelta para irme, enfadada, pero solo me dio tiempo a dar dos pasos, el me cogió el brazo y me giró.

- ¿Puedes soltarme? Me estás haciendo daño - le dije -.
- ¿Y tu puedes dejar de ser una estúpida?
- Sueltame.
- Dile a tu amiga que nos deje solos un momento.

Me lo pensé unos segundos, cortos, pero intensos, se me pasó de todo por la cabeza, pero le miré fijamente a sus ojos, grandes, profundos, oscuros, y me decidí.

- Belén, déjanos solos un momento.
- ¿Por qué siempre eres así conmigo? - me dijo cuando mi amiga ya se había alejado -.
- Nunca hemos hablado.
- Sí, una vez en la playa, y ahora.
- En la playa no fui borde que recuerde.
- Pero nunca hablabas, siempre tenías el ceño fruncido, con cara de mosqueo.
- Cosas mías, yo sabré.
- ¿Y ahora? ¿A qué ha venido eso?
- A que das a entender cosas absurdas.
- ¿Como qué?
- No sé, todo está siempre relacionado con Jenni.
- ¿Y te molesta?
- ¡Vamos por favor! No te conozco de nada, es más, no sé que hago aquí hablando contigo, ni porqué te estoy dando explicaciones.
- Llevas razón, vete.
- ¿Perdona? ¿Me estás echando de un lugar público? - le repliqué -.
- No, te estoy echando de mi lado.
- Eres tú el que se ha acercado, eres tú el que me ha cogido el brazo para que me quedase, ¿de qué vas?
- Eres tú con la que no se puede hablar.
- No me sujetes ahora, porque te meto una hostia, vete a la mierda.

Y me di la vuelta, con la esperanza de que volviera a ocurrir. Pero no, llegué hasta el banco donde estaba sentada Belén. Y me quedé de pié, delante de ella, de espaldas a la fuente. Pensando, en como me había cogido el brazo, en como me había mirado, en todo, en por qué coño siempre utilizo de coraza, la mala leche, porqué tendré que ser tan borde, y me odio mucho. Me odio, porque en un año y pico, no me lo había logrado sacar de mí, y yo creía que sí, que después de por fin verlo, lo único que había echo había sido empeorarlo, le podría haber preguntado en qué pueblo estaba, y haber ido un fin de semana con mi madre.

- ¿Está mirando? - le pregunto a Belén -.
- No, está hablando con sus amigos otra vez.
- Soy gilipollas.

Capítulo 11. Y el tiempo sigue.

Poco a poco me voy mentalizando, haciendo a la idea de no volver a verlo. Y me voy dando cuenta de lo absurdo del asunto, de que solo lo conozco de tres días o por ahí, de la rabia y el rencor que pude llegar a cogerle a Jenni. Y me tranquilizo sumergiéndome en la idea de que solo fue un capricho. Que aquellas palabras de '' ni te imaginas lo que me hubiese gustado hablar contigo '' fueron, como dijo Belén, mera tontería. Y empiezo a olvidarlo todo, recordándolo como un simple tiempo corto en el que viví una tontería de niña de catorce años, si, aunque me moleste oír del resto de gente que a los catorce no se tienen sentimientos y que es solo juegos de niñas, esta vez doy toda la razón a esas palabras. ¿Como un hombre de veintipico se iba a fijar en una niña de catorce? Y encima con mis granos, y mis pocas tetas, por no decir ningunas, que, aunque el físico no lo sea todo, para aquel tipo si que debía serlo.

Y pasan los días, y las semanas, y los meses. Y ese recuerdo, de aquel vigilante vestido con bañador rojo se va esfumando de mi, aunque siempre queda una espinita, pero creo que consigo sacarlo.

Y el tiempo sigue, mi vida sigue. Alba, por fin consigue que Diana deje ver a los niños a su familia, aunque esta no vuelva con su hermano, pero consiguen tener casi la misma relación de antes, incluso se siguen llamando cuñadas. Mi familia, igual, yo, loca por mi hermana Laura, y mis hermanos, cada vez más por culeros. Jenni, no para ella sigue igual que siempre, sin saber de quien está enamorada, y ligoteando finde si, y finde también con cualquiera. Y yo, sin comerme una rosca, pero feliz, y fantaseando en que algún día llegará mi príncipe azul, cosa que en el fondo, estoy segura de que no pasará nunca.
Un año, ha pasado un año desde que supe que no lo iba a volver a ver. Desde que Jose me dijo que se había ido de la ciudad, y yo, sigo con mi cosita de no haber hablado más con él, no por nada, pero quizás, podríamos haber sido amigos.

Siete de la tarde, en el polideportivo, con Jenni y Belén. Viendo como juega al fútbol el nuevo ligue de Jenni. A Belén y a mí, nos da sed, pero Jenni, prefiere quedarse viendo a su amor. Mi amiga y yo nos levantamos y vamos a la fuente de agua. Como siempre, mi despiste no me deja ver el grupo de hombres que tengo a unos cincuenta metros delante de mí sentados en un banco, y me inclino hacia ellos para beber agua de la fuente. De pronto, escucho un silbido que me sonroja, abro los ojos, y los veo a todos distraídos, excepto a un chico, que me sonríe, lleva camiseta marrón, es moreno, y va peinado a lo ''goku''. Creo que es por el escote, que al inclinarme se me ha visto algo ( ya tengo las tetas algo más grandes que el año pasado, no mucho, pero si), me da vergüenza, y me doy la vuelta rápidamente. Pero mi amiga, me avisa que se está acercando.....

Capítulo 10. ¿Fin?

Me despierto sin apenas haber dormido bien por culpa de la gilipollez que hice la tarde anterior, me avergüenzo de mi misma. Me da tanto coraje haber echo el tonto de esa manera...

En el instituto, se lo cuento a mis amigas. Ellas me dan todo su cariño, Lorena se ríe, pero no de mí, si no de la situación. No se lo echo en cara, ni me molesta, ella es así. El resto, me dan calor, me animan, me dicen que seguro que el no se dio cuenta de que yo le estaba sonriendo, pero lo dicen para calmarme, ellas tanto como yo, sabemos, que sí, que me vio, de hecho vi como el me miraba y luego desvió su mirada hacia Diana, soy una imbécil. María me anima a que en el recreo nos salgamos y vayamos a la playa, a mi me da bastante cosa porque a ella le gustan mucho los estudios. Pero me convence, la idea de volver a verlo, me incita a ir aún más.

En el camino me echo atrás, me rajo. Solo el pensar en la vergüenza que pasé ayer, hace que no quiera ir, pero una vez más María sabe como convencerme.
Una vez en Playa Azul, no lo vemos, parece que en la caseta no hay nadie, pero vemos salir a Jose del agua. Es curioso que no me sepa su nombre, pero el de su amigo sí. Se nos acerca, lo saludamos, y se lo presento a María.

- Hoy no hace tanto sol como para perder clase - dice Jose -.
- ¿Tu como sabes eso? - me extraño, porque esa fue la excusa que le dio Jenni al otro -.
- Un pajarito me lo ha contado.
- ¿Se dedica a contarte cositas de Jenni?
- Si lo quieres pensar así...
- Sé que es eso - sonrío para disimular que me molesta - hoy te ha dejado solito por lo que veo.
- Hoy, y siempre, lo han cogido en otro curro, fuera de la ciudad.
- Amm, que bien - intento poner todo el entusiasmo posible en mis palabras - nosotras nos vamos.

Al alejarnos de él, María me nota seria.

- Clara, ¿estás bien?
- Estupendamente.

Mentira, no lo estoy. Estoy destrozada por dentro. Y me jode, porque no lo conozco de nada, ni si quiera se su nombre, y lo peor es que ya sé que él está coladito por Jenni, ya que va contándole a su amigo sus conversaciones. Lo que me alivia es que no podrán verse más. Y me aterra ese pensamiento, nunca le he deseado mal a mi amiga, por mucho que me gustase el chico con el que se estaba liando, siempre he acabado siendo feliz viéndola sonreír, pero esta vez...

Capítulo 9. Ridícula.

Es por la tarde. Estoy en casa, sin muchas ganas de salir. Aunque mi interior me grita, me grita que si, que quiere ir a Playa Azul. Pero no quiero bajar con Jenni, y Belén, Maria y las demás no salen entre semana. Vaya, que me espera una tarde de lo mas aburrida. ¡Alba! Me acuerdo de mi prima, sonrío y la llamo. En poco rato ya estoy con ella de camino a la playa. Le voy contando mientras llegamos, el porqué quiero ir hasta allí. Ella cree que lo conoce, de vista. Y entiende que esté loquita, pero no hasta el punto en que me queme tanto esta situación.

Llegamos, y veo arriba a Jose, mirando por los prismáticos el mar. Giro la cabeza y lo veo a él. Allí, en el agua, nadando.

- Clara.
- ¿Si?
- Es el mismo que yo decía.
- Está tan bueno.
- Por eso mismo que acabas de decir, deberías pasar de estar con el rencor ese hacia Jenni, ella es tu amiga, y él, es solo un tío al que has visto dos veces en la vida y que te resulta que está muy bueno.
- Visto así, llevas razón. Pero lo de que está bueno, es un complemento más. Te aseguro que no es solo eso. La primera vez que lo vi... No sé explicártelo, fue algo mágico, me dio miedo, pero a la vez... tranquilidad, fue, un sentimiento que duró solo un par de segundos, pero esa mirada tan penetrante... Quiso decir algo. ¿Y ayer qué? Me dijo que le hubiera gustado hablar conmigo, lo dijo mirándome a los ojos, de una manera especial, como nunca antes me habían mirado.
- Prima, quizás todo eso esté en tu cabeza, lo de las miradas y el no se qué.
- Joder Alba, que no estoy loca. ¿Y lo de ayer?
- Lo de ayer, pues quizás, y lo mas seguro, es que como no eres muy habladora con las personas que no conoces, y le hubiera gustado hablar más contigo, no sé, pues por que sí, por curiosidad, o yo que sé.
- No sé.
- Tu misma me has dicho como miraba a Jenni.

Y aquello me hace callar. Me duele el recordar aquello. Joder, no me entiende, es la primera vez que mi prima no me entiende, y la primera que no me sé explicar. Nunca había sentido tanto dolor. Nunca. Nos sentamos en la orilla, él sigue nadando. No me ha visto todavía. Belén me llama, y le cuento donde estoy, pero ella me da el mismo consejo que Alba, que me lo quite de la cabeza, que es solo un capricho. Y yo, abducida de tanto consejo, en ese momento, empiezo a pensar que llevan razón, aunque una parte de mí me diga que no.

En ese momento, escuchamos la voz de dos niños pequeños. Me mira mi prima, sabiendo que las dos pensamos lo mismo. Nos giramos, y ahí está ella, Diana. La ex-mujer de mi primo Javi, hermano de Alba. Esos niños son los sobrinos de Alba, y por mucho genio y carácter que tenga, no siente fuerzas suficientes como para levantarse, ya que sabe, que acabarían en una discusión, porque Diana, no la deja que los vea. Y mi prima, al lado de esa, es un mosquito, ya que la otra puede pesar perfectamente más de 100 kilos. A Alba no le salen ni las lágrimas, está hecha polvo. Pero consigo distraerla con otra cosa, hablando de tonterías. Pero me siento observada y no puedo evitar mirar al mar, y sí, no me equivocaba. Él me esta mirando fijamente, nadando despacio, una mirada intensa. Me recuerda a mi sueño, y me ruborizo. Pero no soy capaz de mantener la mirada. Y cuando la vuelvo a alzar el está de pie, en el agua, acercándose a mi. Sonriéndome. Y yo, dejo a un lado la vergüenza, y lo miro, fijamente, y le sonrío también. Pero cuando está a un metro de mi, me quedo confusa, porque no estoy segura de que me esté mirando. Y nos hace a mi y a mi prima un arco, esquivándonos. Lo miramos y Diana está de pié. No me lo puedo creer. Y él, la abraza.

- ¡Hija de puta! - dice Alba – así que ha dejado a mi hermano por este.
- Alba, he hecho el ridículo.

Y después de contarle la gilipollez que he hecho, que seguro que el me habrá visto mirarle y sonreirle como una subnormal, me meto en mi cama y lloro. Lloro porque yo siempre he sido muy insegura, de ahí mi timidez, y me había costado mucho mirarle fijamente, y mucho mas haberle sonreido. Y para una vez que me arriesgo voy y la cago, seguro que habrá pensado que soy una puta niñata.

Capítulo 8. Desapercibida.

Los ojos casi me duelen de lo apretados que los tengo. De repente, se oye el chirrido de una puerta. Una risa diferente. Y la risa del capullo que tenemos delante. No paran de reírse y escucho la voz, su voz '' Vale ya, era solo una broma, no asustarlas de esta manera '' . Abro los ojos. Confusa, enfadada, aliviada, y feliz. Y lo veo, enfrente nuestra, sonriendo. Dientes perfectos.

- ¡ Seréis gilipollas! - dice Jenni enfadada -.
- Disculpa, se le ha ido de las manos, el es Jose, mi compañero.
- ¿El qué se os ha ido de las manos? ¿Una broma? ¿Una puta broma? Sois imbéciles.
- Tranquila – dice él – Os vi cuando me asomé, y como a Jose y a mí, nos encanta las bromas, decidimos asustaros un poco, ¿Queréis un helado?
- Vete a la mierda.
- Jenni, vámonos.
- ¡ Por fin! Creía que eras muda.
- Y yo que no eras tan gilipollas.
- Clara, - me dice ella – vamos tranquila, ha sido una broma de mal gusto, pero no nos harán daño.
- No me lo puedo creer Jennifer, ¿me los estás diciendo enserio?
- Venga, va, solo un heladito, y te prometo que nos vamos.

Lo peor, es que no sé decir que no. Y nos quedamos. Él, la invita a mirar el mar con él. Y yo, me quedo como una estúpida, mirando a la tele apagada, mientras ese tal Jose, me cuenta sus batallitas en el mar. Pero yo no puedo escucharlo, mi mente, está aislada, escuchando la conversación de ellos dos. De mi mejor amiga, y el tío que me gusta. Ríen. Se cuentan cosas insignificantes, el le señala una gaviota, y ella sigue riendo. Y yo, pasando desapercibida, como siempre. Me da por mirarlos, y él le está cogiendo un mechón de pelo, para echárselo por detrás de las orejas. Esa escenita me mata. Y me doy cuenta que soy idiota por haberme imaginado que esta vez lograría superarla. Y entiendo que una vez mas he perdido, que es de ella. Pero esta vez, no es como las demás, que solo es una rabieta, esta vez no sé porque razón, me duele, me duele mucho. Y recuerdo el pacto. Y como soy mujer de palabra, ella, no me puede ver así. Tengo que sonreír. Y con aquel pensamiento. Me noto arder los ojos. Los tengo hechos agua. Y salgo corriendo. Abro la puerta, y bajo las escaleras lo mas rápido que puedo. Y me siento en la orilla. Mirar el agua, y sentir el viene y va del mar en mis pies me tranquiliza. Escucho la puerta de la caseta cerrarse, sé que es Jenni. Me fastidia. Cierro los ojos. Y... su voz otra vez.

- ¿Estás bien?
- Si, claro, es solo que me siento incómoda ahí arriba.
- Tu amiga está preocupada.
- No creo.
- ¿Por qué dices eso? Es verdad.
- Nada, cosas mías.
- Es bonita ¿eh?
- ¿Jenni? Si, mucho – más que yo me gustaría añadir, pero me callo -.
- ¡No! No me refería a ella, me refería a la sensación de estar con los ojos cerrados delante de el mar, delante de más de medio mundo, sentirse insignificante.
- Si.
- Eres poco habladora.
- Con los que no conozco de nada si.
- ¿Clara? ¿Estás bien? - me giro, y allí está, bajando las escaleras -.
- ¡Vámonos anda!
- Si – digo levantándome -.
- Ni te imaginas lo que me hubiera gustado hablar contigo – me dice él en el oído -.

¿Qué querrá decir aquello? Me voy con Jenni. Y ella, durante el camino, no para de hablarme de él, de lo que le ha dicho, de lo ilusionada que está con que pase algo. Y yo, en mi mundo, con aquellas palabras en mi cabeza.

Capítulo 7. La amarga realidad.

Me levanto de la cama de un salto. Sonrío. Enciendo mi MP3, pongo música y le subo el volumen a tope. Y empiezo a bailar, y saltar como una loca, cantando en voz alta mientras preparo la mochila. El sueño que he tenido, hace que me levante de buen humor. Salgo de la ducha y me visto. Y mientras desayuno, se me ocurre algo. Dejo la tostada casi entera encima de la mesa, mi madre me dice algo, pero no la escucho. Voy a mi habitación corriendo, echo el pestillo y empiezo a desvestirme. Busco mi bikini, me lo pongo, pero no encuentro mi vestido playero, si, el del sueño, así que me pongo lo primero que pillo. Saco los libros de la mochila y meto la toalla. Llamo corriendo a Jenni, y le digo que se ponga el bikini y se traiga una toalla. No tarda en llamarme al timbre (es mi vecina). Salgo de mi casa. Y bajando las escaleras, me arrepiento de haberla llamado. Sé que pasaré desapercibida. Me jode, no tener el valor suficiente como para bajar sola.

- ¿Pero estás loca? Clara, ¡Hoy teníamos examen!

- No seas mema, si nunca estudias.

- ¿Vamos a la playa de siempre?

- No – digo sonriendo – vamos a Playa Azul.

La sonrisa que se le dibuja en la cara cuando yo digo eso, borra la mía. Pero la quiero, más que a ninguna otra. Es mi amiga. Y la media hora de camino se nos pasa rapidísimo riéndonos, y contándonos nuestras cosas.

Cuando llegamos, pensamos que si nos ponemos cerca de la caseta, va a ser llamar demasiado la atención. Así que nos ponemos retiradas, lo justo para no darnos a ver demasiado, pero sí para verlo nosotras a él. La playa está vacía, solo estamos nosotras. Jenni, se quita la ropa y se queda en bikini, yo, si no estuviera él, lo haría, pero me da demasiada vergüenza. Nos quedamos mirando al mar, como dos tontas, sin atrevernos a mirar hacia la izquierda, que es donde está la caseta de madera. Estamos tensas, nerviosas, no paramos de reírnos. Entonces, me doy cuenta de que ella va tan enserio como yo. Y eso me hunde. De repente, me dice que va a mirar disimuladamente, yo la miro a ella y...¡Zas! Pega un chillido, que si no la han escuchado, ha sido de milagro.

- ¡Creo que lo he visto!

- Jenni, baja la voz, coño. ¿Crees? ¡Tienes que estar segura!

- Si, ya. Lo estaría si hubiese mirado un segundo antes, pero justo cuando he puesto los ojos en el estaba entrando y apenas lo he visto.

- ¡Mira! - digo señalando con la cabeza la caseta – No es él.

Un hombre delgado, calvo, más bajito que el otro, nos mira por los prismáticos. Supongo que pensaría que qué hacíamos aquí. Nos quedamos decepcionadas. El hombre desaparece. Y de repente, lo vemos bajando las escaleras. Se dirige hacia nosotras.

- ¿¡No llamará el capullo este a la poli!? - dice Jenni, que es la que a partir de ahora hablará, ya que yo haré, honor a mi timidez -.

- ¡Buenos días señoritas!

- ¡Buenos días señor!

- ¿Señor? ¿Tan viejo parezco?

- Con esa calva, si.

- ¡Vaya! ¿Todas las chicas guapas son así de bordes?

- No sé, pero yo sí.

- ¿Hoy no teníais clase?

- ¿Vas a llamar a la poli?

- Si no hacéis escándalo público o nudismo, no. - dice sonriendo -.

- Más quisieras. Pues si, teníamos clase, pero con este sol...

- ¿Os apetece un helado? Ahí arriba tengo.

Y la imbécil de mi amiga, dice que sí. Voy andando por la arena cabreada. ¿Por qué le ha dicho que si? No lo conocemos. Vamos a tomar helado, con un desconocido, en la caseta de los socorristas. Patético. Nos invita a subir las escaleras. Jenni, va primero, luego yo, y por último él. Me incomoda la situación. No me gusta nada que el vaya detrás viendo el vaivén de mi culo. Abrimos la puerta. La caseta es pequeña pero acogedora. Una sola habitación chiquitita, con dos puertas cerradas. Un sofá, una mesa bajita, una tele, y, en un escritorio, un ordenador. Un ventanal grandísimo que da al mar, con un par de prismáticos. Él, cierra la puerta bruscamente. Me sobresalto. Nos dice que nos sentemos en el sofá, Jenni lo hace, pero yo, prefiero mirar el mar, por la gran ventana, Me empuja con violencia contra el sofá. No me hace daño, pero me asusta. Mi amiga, saca su lado protector que tiene hacia mí, y se levanta cabreada alzando la mano, pero él le agarra el brazo y le dice '' No hagas nada de lo que te puedas arrepentir, o en vez de follaros, también os mataré, puta'' Aquello nos paraliza, me deja sin aliento. No puedo creerlo. El sentimiento de asco que recorre mi cuerpo es horrible. Siento terror cuando lo veo delante de nosotras quitándose la camiseta y bajándose los pantalones mientras se relame. Cierro los ojos con fuerza y no paro de repetir en mi mente, que ojalá todo esto sea un sueño, como el de anoche, pero convertido en pesadilla. Pero tristemente, y para mi desgracia, no, no es ni un sueño, ni una pesadilla. Es la amarga realidad.

Capítulo 6. El mar.

Estoy sentada en la arena. Agarrándome las rodillas, mirando el mar. Sin pensar en nada ni en nadie, solo disfrutando de la belleza de las olas, la suave brisa peina mi pelo hacia atrás.Llevo mis vestido blanco playero, me encanta. Oigo justo detrás unos pasos corriendo por la arena, casi no me da tiempo a girarme para mirar, cuando ya lo tengo delante, corriendo, hacia el agua. Justo antes de llegar a la orilla se quita la camiseta, y por sus espaldas, puedo deducir, que mis intuiciones a como era su cuerpo, eran ciertas. El hombre perfecto, pienso. Lo veo nadar, jugar con las olas. Nada hacia la orilla mirándome fijamente. Me ruboriza. No puedo parar de mirarlo. Cierro los ojos un momento y me imagino con él. Los abro porque lo escucho más cerca que antes, y ahí está, en la orilla, tumbado boca abajo, mirándome. Este juego de miradas me excita, y él, sin dejar de mirarme se levanta, camina hacia mi, secándose el pelo con su camiseta. Mientras camina, me percato de que está excitado. Duro. Se para delante de mí, yo nerviosa, me suelto las piernas y apoyo las manos en la arena, no le bajo la mirada. Me extiende su mano, y me dice ''ven'', otra vez su voz, esa voz... Se la doy, y me lleva hacia la caseta. Subimos las escaleras. Abre la puerta y, con una fuerza brutal me coge, me estampa en la pared, me agarra los muslos con fuerza mientras me besa toda. Con un brazo tira todo lo que hay sobre una mesa, me apoya en ella...

-¡Clara! ¡Clara! Despierta, que llegas tarde.

Y me despierto con la voz de mi madre gritándome, estoy mojada, y lo peor, es que todo a sido un sueño.

Capítulo 5. El pacto.

En casa de belén, haciendo crepes con Jenni.

- Belén ¿Esta te lo a contado? - dice Jenni con sonrisa pícara -.

- No, ¿Qué tenía que contarme?

- Eso eso, dilo que yo también quiero saberlo - digo con perplejidad -.

- ¡No te hagas la tonta! Lo de el otro día, en la playa.

- No pasó nada en la playa.

- ¿Ah, no? - dice maliciosa - ¿Y lo del vigilante?

- ¿Qué es lo del vigilante? - dice Belén sin entender nada -.

- Nada - digo - esta que está tonta, estuvimos en la playa, empezó a llover, nos metimos debajo de la caseta central de los socorristas, y uno de ellos bajó a.... No sé, ¿mirar el mar?

- Se puso cachondo escuchándonos....

- ¡Jennifer, por dios! No hables así. Y además, no es verdad, podríamos ser sus hijas.


- Clara, no seas exagerada. A ti te tiene loquita.

- ¿Eso es lo que me tenías que contar? - dice Belén riéndose -.

Y así, entre risas pasamos la tarde, ellas chinchándome, y yo defendiéndome. Pero al final acabo cediendo, si, me gusta pero solo un poquito. Y Jenni, no para de hablar de él, de su sonrisa, de sus ojos, y de todo lo que yo he estado pensando en estos tres días. Y de repente, un arrebato, mi corazón me grita que ya basta, basta de cedérselos, basta de rendirme antes de intentarlo, basta de pensar que al lado de ella, no tengo posibilidades. Y aunque parezca una locura, esta vez no. Aunque sepa que es imposible, que ni de coña, va a querer con ninguna de las dos, pero antes de que Jennifer, se le insinúe, ahí voy a estar yo. Y lo suelto.

- A mi también me ha pasado.

- ¿El qué? - dicen casi al unisono -.

- También me he acordado de ese uniforme, de esa cara, de esa voz, de esos ojos, de su mirada...

- Osea, que no te gusta solo un poquito - dice Jenni algo frustrada -.

- No, me gusta bastante.

- ¿Por qué siempre te tienes que fijar en los tíos que me molan?

- ¿Qué? Eres tú, la que ni se fija en un chico hasta que yo te digo lo mono que es y tardas minutos en estar comiéndote la boca con él.

- Chicas... - me corta Belén - creo que deberíais callaros un poco antes de arrepentiros de decir algo fuera de lugar.

- No, dejala , eso es lo que piensa ella de mi, que soy una buscona, pero, ¿sabes qué? Que yo no tengo la culpa de ser mejor que ella en todo.

Y así nos tiramos un buen rato, discutiendo. Pero conseguimos llegar a calmarnos. Y Jenni propone un pacto. Algo, que sabe que acabará a su favor, pero lo hace para joderme. Pero yo, cansada de sentirme inferior, lo acepto: Él, si elige entre las dos, sea quien sea, se quede con quien se quede, aunque solo sea para 4 besos y ya está, la otra, la que se quede sin él, no deberá enfadarse, todo lo contrario, deberá alegrarse.

Sé, que una vez más, perderé, y que me tendré que humillar felicitándola, pero esta vez, no quería que ella se sintiese superior.

Capítulo 4. Anonadada.

Tarde tranquila. Estoy escuchando música en mi habitación, encerrada. Hoy, las chicas me han dicho de salir, pero no me apetece, no sé porqué, pero no estoy de humor. Canto en voz alta, como una loca, mientras en mi cabeza, se repite una y otra vez la mirada de aquel vigilante. Me viene a la cabeza el título de la serie ''Los vigilantes de la playa'', y me descojono yo sola de la risa. Me da sed, y al levantarme, veo en mi móvil 17 llamadas perdidas de Alba, mi prima.

Mi familia es bastante grande, por parte de padre, mi abuela, tubo 14 hijos y ya somos sesenta y pico nietos; y por parte de madre, mi abuela tubo 5, y somos 7 nietos. Pero Alba, es más que una prima, es mi mejor amiga, algo especial, la que sabe todo de mí, la que me guía por el camino correcto, ella es un año más pequeña que yo, pero nos compenetramos a la perfección. En mi familia (por parte de padre) hay una muy mala costumbre, y es que, cuando uno de los hermanos, se separa o divorcia, dejan de tener roce, con la ex-mujer o marido, y también con los hijos. Por lo cual, yo, paso muy desapercibida con los hermanos y sobrinos de mi padre. Menos con los padres y hermanos de Alba, que son como una segunda familia para mí.

La llamo asustada, ya que ella nunca me llama tanto, si a la primera no se lo cojo, espera a que yo la llame. Me cuenta llorando e histérica, que su hermano, Javi, se ha divorciado de su mujer, Diana. Me explica sollozando, que ahora a sus sobrinos los verá menos. ¿Lo peor? Que ella siempre se ha llevado genial con Diana, y ahora, lógicamente están de riñas. Y hay algo que me cuenta casi a escondidas, como si no quisiera, y es que ella, lo ha denunciado a él por malos tratos. Alba me cuenta que es mentira, que lo ha hecho para joder, ¿como me quedo? Anonadada, sin saber que pensar, porque a Diana, que la conocía muy bien, jamás la hubiese visto capaz de hacer tal cosa. Y a mi primo Javi, tampoco.

Capítulo 3. La tarde.

- Jennifer, Jennifer. Tranquila, igual es verdad que tiene que estudiar.

- Clara, a veces pareces tonta, en la vida le han preocupado los estudios, ¿por qué iba a tener esta tarde que estudiar?

- Bueno pues... - me quedé pensativa un rato, ya que me había dejado sin recursos - quizás sus padres le han castigado.

- Si, ya. Anda vamos por ahí.

Y comenzamos a caminar sin rumbo fijo. Dos adolescentes. Una mas guapa que la otra, Jennifer, claro, la que siempre ligaba con chicos, la que siempre me hacia parecer mas fea... Sí, mi amiga. Decidimos comprarnos un paquete de tabaco, nuestro primer paquete de tabaco. Cosas de crías, por pasar la tarde. Bajamos a una playa que había bastante lejos de donde vivíamos, pero como ella a esa no había ido nunca, y yo solo una vez, y no había otra cosa que hacer pues... De repente, se puso a llover, muchísimo, a caño limpio, y suerte que en aquella playa había un gabinete de madera bastante amplio de socorristas por el que debajo se podía estar, y allí nos refugiamos. Y entre risas, cigarrillos, tos y chucherías, se nos hicieron las dos horas que estuvimos, dos minutos. Hasta que llegó él.

Con las risas no pudimos escuchar los pasos bajando por la escalera de aquel señor vestido de rojo. El vigilante. Inocentes, mi amiga y yo, escondimos el tabaco. Él se dio cuenta y sonrió. Y ahí fue cuando no pude dejar de mirarlo. Sus ojos marrones oscuros, me penetraban el alma, eran profundos, transmitían algo que nunca había sentido, era magia, pura y verdadera. Pensé que solo me atraía su físico, moreno, facciones muy masculinas, y, aunque no se notaba bien su cuerpo por el enorme chubasquero que llevaba puesto, se percibía que tenía un buen cuerpo. Pensar aquello me ruborizó, ya que el chico era muchísimo mas mayor que yo. Me dio vergüenza decírselo a Jennifer, ya que ella diría que estaba loca. Y cuando el nos habló por primera vez fue, indescriptible, en la vida había odio una voz así, tan, varonil, tan atractiva, pero yo, una vez más hice relucir mi timidez.

- ¿Qué hacen unas niñas tan guapas a estas horas de la tarde, en una playa, y con la que está cayendo?

- Íbamos a dar una vuelta, se puso a llover, y nos metimos aquí - dijo Jenni -.

- ¿Tan temprano? Si ahora son las seis.

- Llevamos aquí desde las cuatro, es que somos de salir temprano ¿por? - dijo ella haciendo salir su genio -.

- Nada nada, curiosidad solo.

Y él continuó, jugando con el pie en un charquito de agua, como un niño pequeño. Sí, un niño, metido en el cuerpo de un hombre, que, lamentablemente, solo necesitaba jugar...

- ¿Te ha gustado verdad?

- ¿Qué? - dije sin haberla escuchado bien -.

- ¡Lo sabía! A mi también, estaba buenísimo, ¿has visto esos ojos? Es un poco mayor, pero eso no importa....

Y entonces comprendí, que, en el hipotético caso, de que el se fijara en alguna de las dos, (porque éramos bastante crías para él), lo haría de Jennifer, ella es preciosa, y yo a su lado, paso desapercibida. Y una vez más, tuve que conformarme con sueños, e imaginaciones, porque supe que era otro imposible, como siempre hago, fijarme en imposibles.

Capítulo 2. Yo

4 Años antes.

- ¡Clara, recoge tu habitación ahora mismo! ¡Clara! ¿Me estás escuchando?... Dios clara, ¿me quieres hacer caso?

- ¿Qué mamá?

-¿Quieres quitarte los cascos de una puñetera vez y ponerte a recoger?

Si, así es mi madre, pesada como ella sola. Y yo, Clara, con catorce años. Soy una chica bastante desordenada, acomplejada por el puto acné causado por la adolescencia, amante de la naturaleza y... loca, sí bastante loca.

Tengo mi grupo de amigas, o dos. Uno que intuyo que pronto desaparecerá, y otro que creo que será con el que me quede de por vida, total, me están demostrando más que las otras...

Jennifer, la de toda la vida, la que siempre esta ahí, para todo, aunque suele fallarme a menudo, pero no puedo evitar perdonarla. Luego, Belén, Maria, y Lorena, las de mi clase, con ellas, me siento bien, especialmente con Belén, esa niña rubia de 13 años que siempre se ofrece para todo.

Luis, mi padre, un loco, más loco que yo, irresponsable me tocó como padre. Se divorció de mi madre hace cinco años. Cuernos, unos cuernos que dieron como producto a Laura, mi hermana pequeña por parte de padre. Y Jesús y Abraham, mis dos hermanos fruto del matrimonio de mis padres, soy la mayor. Y me encanta serlo...

Son las cuatro de la tarde, primavera, pleno abril hace un dia precioso, y ¿mi plan para esta tarde? El que llevo teniendo durante 1 mes más o menos, quedar con Jennifer y su novio, ir al polideportivo, y mirar como se restriegan, sí, una ''sujetavelas'' en toda regla, no tengo otra cosa que hacer, el resto de mis amigas son unas ''empollonas'' y no salen entre semana. Como veréis mi vida social es penosa, pero soy feliz así. O eso creía, sí, creía es la palabra, creía ser feliz, pero no descubrí el verdadero concepto de felicidad hasta esa misma tarde de primavera, lo que parecía que iba a ser un día cualquiera, se convirtió en algo diferente, mágico.

Capítulo 1. La despedida.

¿Alguna vez habéis estado llenos de odio, rencor, dolor...? Yo sí, y lo peor.. Hacia la persona de la que había estado locamente enamorada.

Domingo por la tarde. Verano. Yo hablando por teléfono con él.

- ¡Payaso! Sí, eso es lo que eres un puto payaso...
- Pero, Clara, por favor, escuchame...
- ¡No!, ese es el problema, que siempre te escucho, ¡Siempre!
- Vale, tienes razón, pero me equivoqué..
- ¡Y una mierda! ¿Quieres volver a jugar eh? ¿Eso es lo que quieres?
- Perdóname, nunca he querido eso, sabes que te quiero.
- Mira...no me vuelvas a buscar ¿vale?

Y así se queda mi vida, rota vacía, y yo, odiándome a mi misma, odiándome por hacerme de piedra, por no querer intentarlo, por intentar olvidarlo, por escucharle llorar y no ceder.

Y pasan los días, y las semanas, y los meses... Y no llama, y lo busco, pero no lo encuentro. Parece que por primera vez me hizo caso, y mis últimas palabras hacia el me queman en arrepentimiento '' no me vuelvas a buscar''... ¿Por qué a desaparecido? Nunca me escuchó, nunca me hizo caso y ahora... Y así fue nuestra despedida, cruel, fría...

domingo, 29 de abril de 2012

Prólogo.

Esta es mi historia, surrealista, pero mía. Algo que me pasó hace un tiempo, algo que me ha marcado tanto que he decidido plasmarlo y dejarlo escrito de por vida. Lo más bonito que he vivido, lo más peculiar. Quiero haceros partícipes a todos los que me leáis de esto, y que disfrutéis leyendo, tanto como yo escribiéndola o más. Un relato que aseguro, no dejará indiferente a nadie, reiréis, lloraréis, os sumergiré en el cuento de hadas más real jamás contado, con un final inesperado. Espero vuestros comentarios, vuestras críticas, ya sean buenos o malos. Disfrutad leyendo mi primer novela ''Ángel sin alas''.