lunes, 30 de abril de 2012

Capítulo 3. La tarde.

- Jennifer, Jennifer. Tranquila, igual es verdad que tiene que estudiar.

- Clara, a veces pareces tonta, en la vida le han preocupado los estudios, ¿por qué iba a tener esta tarde que estudiar?

- Bueno pues... - me quedé pensativa un rato, ya que me había dejado sin recursos - quizás sus padres le han castigado.

- Si, ya. Anda vamos por ahí.

Y comenzamos a caminar sin rumbo fijo. Dos adolescentes. Una mas guapa que la otra, Jennifer, claro, la que siempre ligaba con chicos, la que siempre me hacia parecer mas fea... Sí, mi amiga. Decidimos comprarnos un paquete de tabaco, nuestro primer paquete de tabaco. Cosas de crías, por pasar la tarde. Bajamos a una playa que había bastante lejos de donde vivíamos, pero como ella a esa no había ido nunca, y yo solo una vez, y no había otra cosa que hacer pues... De repente, se puso a llover, muchísimo, a caño limpio, y suerte que en aquella playa había un gabinete de madera bastante amplio de socorristas por el que debajo se podía estar, y allí nos refugiamos. Y entre risas, cigarrillos, tos y chucherías, se nos hicieron las dos horas que estuvimos, dos minutos. Hasta que llegó él.

Con las risas no pudimos escuchar los pasos bajando por la escalera de aquel señor vestido de rojo. El vigilante. Inocentes, mi amiga y yo, escondimos el tabaco. Él se dio cuenta y sonrió. Y ahí fue cuando no pude dejar de mirarlo. Sus ojos marrones oscuros, me penetraban el alma, eran profundos, transmitían algo que nunca había sentido, era magia, pura y verdadera. Pensé que solo me atraía su físico, moreno, facciones muy masculinas, y, aunque no se notaba bien su cuerpo por el enorme chubasquero que llevaba puesto, se percibía que tenía un buen cuerpo. Pensar aquello me ruborizó, ya que el chico era muchísimo mas mayor que yo. Me dio vergüenza decírselo a Jennifer, ya que ella diría que estaba loca. Y cuando el nos habló por primera vez fue, indescriptible, en la vida había odio una voz así, tan, varonil, tan atractiva, pero yo, una vez más hice relucir mi timidez.

- ¿Qué hacen unas niñas tan guapas a estas horas de la tarde, en una playa, y con la que está cayendo?

- Íbamos a dar una vuelta, se puso a llover, y nos metimos aquí - dijo Jenni -.

- ¿Tan temprano? Si ahora son las seis.

- Llevamos aquí desde las cuatro, es que somos de salir temprano ¿por? - dijo ella haciendo salir su genio -.

- Nada nada, curiosidad solo.

Y él continuó, jugando con el pie en un charquito de agua, como un niño pequeño. Sí, un niño, metido en el cuerpo de un hombre, que, lamentablemente, solo necesitaba jugar...

- ¿Te ha gustado verdad?

- ¿Qué? - dije sin haberla escuchado bien -.

- ¡Lo sabía! A mi también, estaba buenísimo, ¿has visto esos ojos? Es un poco mayor, pero eso no importa....

Y entonces comprendí, que, en el hipotético caso, de que el se fijara en alguna de las dos, (porque éramos bastante crías para él), lo haría de Jennifer, ella es preciosa, y yo a su lado, paso desapercibida. Y una vez más, tuve que conformarme con sueños, e imaginaciones, porque supe que era otro imposible, como siempre hago, fijarme en imposibles.

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