lunes, 30 de abril de 2012

Capítulo 7. La amarga realidad.

Me levanto de la cama de un salto. Sonrío. Enciendo mi MP3, pongo música y le subo el volumen a tope. Y empiezo a bailar, y saltar como una loca, cantando en voz alta mientras preparo la mochila. El sueño que he tenido, hace que me levante de buen humor. Salgo de la ducha y me visto. Y mientras desayuno, se me ocurre algo. Dejo la tostada casi entera encima de la mesa, mi madre me dice algo, pero no la escucho. Voy a mi habitación corriendo, echo el pestillo y empiezo a desvestirme. Busco mi bikini, me lo pongo, pero no encuentro mi vestido playero, si, el del sueño, así que me pongo lo primero que pillo. Saco los libros de la mochila y meto la toalla. Llamo corriendo a Jenni, y le digo que se ponga el bikini y se traiga una toalla. No tarda en llamarme al timbre (es mi vecina). Salgo de mi casa. Y bajando las escaleras, me arrepiento de haberla llamado. Sé que pasaré desapercibida. Me jode, no tener el valor suficiente como para bajar sola.

- ¿Pero estás loca? Clara, ¡Hoy teníamos examen!

- No seas mema, si nunca estudias.

- ¿Vamos a la playa de siempre?

- No – digo sonriendo – vamos a Playa Azul.

La sonrisa que se le dibuja en la cara cuando yo digo eso, borra la mía. Pero la quiero, más que a ninguna otra. Es mi amiga. Y la media hora de camino se nos pasa rapidísimo riéndonos, y contándonos nuestras cosas.

Cuando llegamos, pensamos que si nos ponemos cerca de la caseta, va a ser llamar demasiado la atención. Así que nos ponemos retiradas, lo justo para no darnos a ver demasiado, pero sí para verlo nosotras a él. La playa está vacía, solo estamos nosotras. Jenni, se quita la ropa y se queda en bikini, yo, si no estuviera él, lo haría, pero me da demasiada vergüenza. Nos quedamos mirando al mar, como dos tontas, sin atrevernos a mirar hacia la izquierda, que es donde está la caseta de madera. Estamos tensas, nerviosas, no paramos de reírnos. Entonces, me doy cuenta de que ella va tan enserio como yo. Y eso me hunde. De repente, me dice que va a mirar disimuladamente, yo la miro a ella y...¡Zas! Pega un chillido, que si no la han escuchado, ha sido de milagro.

- ¡Creo que lo he visto!

- Jenni, baja la voz, coño. ¿Crees? ¡Tienes que estar segura!

- Si, ya. Lo estaría si hubiese mirado un segundo antes, pero justo cuando he puesto los ojos en el estaba entrando y apenas lo he visto.

- ¡Mira! - digo señalando con la cabeza la caseta – No es él.

Un hombre delgado, calvo, más bajito que el otro, nos mira por los prismáticos. Supongo que pensaría que qué hacíamos aquí. Nos quedamos decepcionadas. El hombre desaparece. Y de repente, lo vemos bajando las escaleras. Se dirige hacia nosotras.

- ¿¡No llamará el capullo este a la poli!? - dice Jenni, que es la que a partir de ahora hablará, ya que yo haré, honor a mi timidez -.

- ¡Buenos días señoritas!

- ¡Buenos días señor!

- ¿Señor? ¿Tan viejo parezco?

- Con esa calva, si.

- ¡Vaya! ¿Todas las chicas guapas son así de bordes?

- No sé, pero yo sí.

- ¿Hoy no teníais clase?

- ¿Vas a llamar a la poli?

- Si no hacéis escándalo público o nudismo, no. - dice sonriendo -.

- Más quisieras. Pues si, teníamos clase, pero con este sol...

- ¿Os apetece un helado? Ahí arriba tengo.

Y la imbécil de mi amiga, dice que sí. Voy andando por la arena cabreada. ¿Por qué le ha dicho que si? No lo conocemos. Vamos a tomar helado, con un desconocido, en la caseta de los socorristas. Patético. Nos invita a subir las escaleras. Jenni, va primero, luego yo, y por último él. Me incomoda la situación. No me gusta nada que el vaya detrás viendo el vaivén de mi culo. Abrimos la puerta. La caseta es pequeña pero acogedora. Una sola habitación chiquitita, con dos puertas cerradas. Un sofá, una mesa bajita, una tele, y, en un escritorio, un ordenador. Un ventanal grandísimo que da al mar, con un par de prismáticos. Él, cierra la puerta bruscamente. Me sobresalto. Nos dice que nos sentemos en el sofá, Jenni lo hace, pero yo, prefiero mirar el mar, por la gran ventana, Me empuja con violencia contra el sofá. No me hace daño, pero me asusta. Mi amiga, saca su lado protector que tiene hacia mí, y se levanta cabreada alzando la mano, pero él le agarra el brazo y le dice '' No hagas nada de lo que te puedas arrepentir, o en vez de follaros, también os mataré, puta'' Aquello nos paraliza, me deja sin aliento. No puedo creerlo. El sentimiento de asco que recorre mi cuerpo es horrible. Siento terror cuando lo veo delante de nosotras quitándose la camiseta y bajándose los pantalones mientras se relame. Cierro los ojos con fuerza y no paro de repetir en mi mente, que ojalá todo esto sea un sueño, como el de anoche, pero convertido en pesadilla. Pero tristemente, y para mi desgracia, no, no es ni un sueño, ni una pesadilla. Es la amarga realidad.

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