lunes, 30 de abril de 2012

Capítulo 8. Desapercibida.

Los ojos casi me duelen de lo apretados que los tengo. De repente, se oye el chirrido de una puerta. Una risa diferente. Y la risa del capullo que tenemos delante. No paran de reírse y escucho la voz, su voz '' Vale ya, era solo una broma, no asustarlas de esta manera '' . Abro los ojos. Confusa, enfadada, aliviada, y feliz. Y lo veo, enfrente nuestra, sonriendo. Dientes perfectos.

- ¡ Seréis gilipollas! - dice Jenni enfadada -.
- Disculpa, se le ha ido de las manos, el es Jose, mi compañero.
- ¿El qué se os ha ido de las manos? ¿Una broma? ¿Una puta broma? Sois imbéciles.
- Tranquila – dice él – Os vi cuando me asomé, y como a Jose y a mí, nos encanta las bromas, decidimos asustaros un poco, ¿Queréis un helado?
- Vete a la mierda.
- Jenni, vámonos.
- ¡ Por fin! Creía que eras muda.
- Y yo que no eras tan gilipollas.
- Clara, - me dice ella – vamos tranquila, ha sido una broma de mal gusto, pero no nos harán daño.
- No me lo puedo creer Jennifer, ¿me los estás diciendo enserio?
- Venga, va, solo un heladito, y te prometo que nos vamos.

Lo peor, es que no sé decir que no. Y nos quedamos. Él, la invita a mirar el mar con él. Y yo, me quedo como una estúpida, mirando a la tele apagada, mientras ese tal Jose, me cuenta sus batallitas en el mar. Pero yo no puedo escucharlo, mi mente, está aislada, escuchando la conversación de ellos dos. De mi mejor amiga, y el tío que me gusta. Ríen. Se cuentan cosas insignificantes, el le señala una gaviota, y ella sigue riendo. Y yo, pasando desapercibida, como siempre. Me da por mirarlos, y él le está cogiendo un mechón de pelo, para echárselo por detrás de las orejas. Esa escenita me mata. Y me doy cuenta que soy idiota por haberme imaginado que esta vez lograría superarla. Y entiendo que una vez mas he perdido, que es de ella. Pero esta vez, no es como las demás, que solo es una rabieta, esta vez no sé porque razón, me duele, me duele mucho. Y recuerdo el pacto. Y como soy mujer de palabra, ella, no me puede ver así. Tengo que sonreír. Y con aquel pensamiento. Me noto arder los ojos. Los tengo hechos agua. Y salgo corriendo. Abro la puerta, y bajo las escaleras lo mas rápido que puedo. Y me siento en la orilla. Mirar el agua, y sentir el viene y va del mar en mis pies me tranquiliza. Escucho la puerta de la caseta cerrarse, sé que es Jenni. Me fastidia. Cierro los ojos. Y... su voz otra vez.

- ¿Estás bien?
- Si, claro, es solo que me siento incómoda ahí arriba.
- Tu amiga está preocupada.
- No creo.
- ¿Por qué dices eso? Es verdad.
- Nada, cosas mías.
- Es bonita ¿eh?
- ¿Jenni? Si, mucho – más que yo me gustaría añadir, pero me callo -.
- ¡No! No me refería a ella, me refería a la sensación de estar con los ojos cerrados delante de el mar, delante de más de medio mundo, sentirse insignificante.
- Si.
- Eres poco habladora.
- Con los que no conozco de nada si.
- ¿Clara? ¿Estás bien? - me giro, y allí está, bajando las escaleras -.
- ¡Vámonos anda!
- Si – digo levantándome -.
- Ni te imaginas lo que me hubiera gustado hablar contigo – me dice él en el oído -.

¿Qué querrá decir aquello? Me voy con Jenni. Y ella, durante el camino, no para de hablarme de él, de lo que le ha dicho, de lo ilusionada que está con que pase algo. Y yo, en mi mundo, con aquellas palabras en mi cabeza.

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