lunes, 6 de agosto de 2012

Capítulo 21. Castigada de por vida.


Pese a estar en la arena, durmiendo, me siento cómoda, mejor que en mi cama. Quizá será porque estoy durmiendo con él, con mi rey. Creo que ni si quiera, mientras duermo, estoy soñado, qué mejor sueño que estar al lado del hombre que tanto me ha echo sentir, con tas pocas veces que lo he visto. Sí, lo he visto muy pocas veces para notar esto tan grande, para notar que el corazón se me acelera cada vez que pienso en él, para sentir tanta rabia y dolor cuando Jenni menciona su nombre. Y yo creyendo, que en este año que llevaba sin verlo, me había olvidado de él, que tonta, en el fondo sabía que no, que eso no era así, pero lo intentaba disfrazar, haciendome creer, que eso solo era un simple recuerdo, pero me equivocaba. Algo de calor me da en la cara, me empiezo a despertar aunque no quiero. Abro los ojos. ¡Mierda! Es de día. ¿Como es podible que haya dormido tanto y se me haya echo tan corto? Aún atontada, me incorporo, debe de ser temprano por la posición del sol. Miro a un lado y a otro, pero no lo veo. No encuentro a Alex por ninguna parte. Seguramente su turno de vigilancia haya acabado, y se haya ido. Será capuyo, mira que dejarme aquí sola...
- ¡Buenos dias princesa! - escucho a lo lejos -.
- Creía que te habías ido - le digo mirándolo bajar por las escaleras -.
- ¿Cómo te voy a dejar sola? Vino Jose para relevarme, pero le dije que tenía ganas de trabajar más.
- ¿Le vas a hacer su turno?
- Por supuesto - me contesta con una sonrisa de oreja a oreja y sentandose a mi lado -.
- Que buen compañero estás echo - digo con ironía -.
- Si estubieras aquí siempre, no me iba a casa ni un instante.
Y me besa. Un beso mañanero, dulce. Me encantan sus labios, la ternura que me transmiten, sus besos lentos, pausados, con cariño. Y, al decirme eso, me han dado ganas de quedarme aquí para siempre, en esta playa. Pero siendo realistas, eso es imposible, mi madre me mataría... ¡Mierda mi madre! Tiene que estar como una loca, le dije que no tardaría, me fuí a las 7 de la tarde, y ya es por la mañana.
- Tengo que llamar a mi madre - le digo levantándome sobresaltada -.
- No te preocupes, ya la he llamado yo - dice sonriendo -.
- ¿Qué? ¿Estás loco? ¡No sabes lo que has echo!
- Tranquila, me hice pasar por el padre de una amiga.
- ¿Y qué nombre le dijiste?
- Busqué en tu agenda, el de María. Es que anoche no paraba de sonarte el móvil, y supuse que estaría preocupada, le dije que te habías quedado dormida viendo una peli.
Uff. Menos mal que está todo. Sí, esta en todo, en genial. Me dice que suba con él a la caseta, que me ha preparado el desayuno. Al entrar, veo que ha movido la mesa de sitio, la ha puesto pegando al ventanal que da al mar. Dos sillas. Dos vasos con zumo, dos vasos de leche, café, y tostadas, con alguna que otra magdalena. Nunca suelo desayunar tanto, pero no le iba a hacer el feo. Pasamos media hora de desayuno entre risas, hablando de nuestras mascotas. Y yo me siento las niña más feliz del mundo con él, hasta que saca el tema.
- ¿Y Jenni? - me dice mordiendo una tostada -.
- ¿Cómo que y Jenni? - le contesto soltando yo la mía -.
- Si, ¿que donde y como está?
- Bien, en su casa supongo.
- ¿Por qué te has puesto tan seria?
- No me he puesto seria - miento -.
- Sí, ya te voy conociendo.
- No, no me conoces de nada.
- ¿Ya empiezas a ser borde? - me dice frunciendo el ceño - ¿por qué te pones así cada vez que te saco algo de Jenni?
- ¿Y tu por qué siempre tienes que joder hablandome de ella?
- ¿Te jode que te hable de tu mejor amiga?
- Me jode que te guste, y que encima me preguntes a mí por ella.
- Clara, ¿quién te ha dicho que me guste?
Suelto brucamente la servilleta en la mesa. Me levanto, y me voy. Bajo a la arena, y empiezo a vestirme y a recoger mis cosas. ¿Cómo que quién me ha dicho que le guste? Pues yo lo he visto con mis propios ojos. Será imbécil. Todabía recuerdo perfectamente la escenita en la que ella filtreaba con él, y el le recogía un mechón de pelo detrás de la oreja. Recuerdo perfectamente esas miraditas. Las mismas que ayer por la tarde tubo conmigo. ¿Por qué tiene que estar ella por todos los lados? En ese momento, me pasa el brazo por detrás de la cintura y me da un beso en la nuca. Yo se lo aparto, y sigo vistiéndome.
- Dime, ¿quién te ha dicho eso?
- Mis ojos - le grito -.
- Por favor, eso no es asi - me dice tranquilo, sereno -.
- Vi, como la mirabas el día de la broma, la mirabas justo como a mí me miraste ayer, si dices que ella no te gusta, yo tampoco entonces.
- Mira, no sé como puedes compararte con ella. Es injusto lo que estás diciendo, si ella me gustara, le habría mandado un mensaje a ella también.
Eso me hace pensar, lleva razón. Me tranquilizo, y me giro hacia él.
- ¿Y por qué la mirabas así entonces? - digo exagerando mi tristeza -.
- Porque no me hacías caso, a ver si así despertaba algo de celos en tí. Y veo que hizo efecto.
- No me puse celosa, ni me he puesto celosa ahora.
- Mientes.
- Idiota...
- Ven - me dice casi susurrándo -.
- Ya estoy aquí - le digo abrazándolo y con los ojos cerrados -.
- No quiero que le tengas celos, eres tú la que me encanta, la que me hechizó desde la primera vez que te ví.
- Mientes...
- Jamás, nadie, me ha echo sentir tanto en tan poco tiempo.
- ...
- No me gusta ir con prisas, pero todo esto ha sido, porque así lo siento, porque así a surgido, y sobre todo, porque no quiero pasar tanto tiempo sin verte como ese año, 2 meses, y 23 días en los que no te ví...
¿Los ha contado? Sí, los ha contado. Eso me gusta, a la vez que me asusta mucho... ¿Será real todo esto? Y nos fundimos en otro beso, esta vez más cálido, más sincero, más... todo. Y me pide que no me vaya, que me quede ahí toda la mañana, con él, y así lo hago. No viene nadie, solo una chica con su perro, pero pronto se vá. Y así pasamos el rato, entre baños en el mar, caricias, besos, risas y juegos de niños. Charlando también un poco, conociéndonos más. Y en la despedida, prometo bajar a verlo al día siguiente, para seguir queriéndolo un poquito más de lo que ya lo hago. Por el camino no puedo parar de pensar en él, ¿y ahora que somos? Novios no. Amigos tampoco. Algo. Sí, somos algo, algo especial, por lo menos por mi parte, por lo menos, así lo siento yo.
Llego a casa, con alegría, con una sonrisa enorme dibujada en mi rostro.
-¡Hola mami! - grito para hacerme notar -.
-¿Hola mami? ¡Tu sabes lo preocupada que me has tenido!
-Lo siento, fui a casa de María, vimos una peli, y me quedé dormida.
- ¿Si? Pues yo he llamado hoy a casa de María para decir que vinieses ya, y su madre me ha dicho que no estabas, y que anoche era imposible que su marido me hubiese llamado, porque su marido, está de viaje.
¡Mierda! ¿Y ella como tiene el teléfono de María? ¡Soy gilipollas! Aver lo que le digo yo ahora...
-¿He dicho María? ¡Qué tonta! En casa de Belén.
- Ya me parecía a mi raro ya, pues no he llamado a casa de nadie, pero te me acavas de delatar tu solita. Vete a tu habitación que estás castigada hasta que a mí me de la gana, y ahora cuando me tranquilice, iré a que me cuentes quien era ese hombre, que anoche me engañó, con el que has dormido, y el que por la voz, parece tu padre.

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